En la civilización Maya, el establecimiento de rutas comerciales marítimas, fluviales y terrestres favoreció la llegada de gran variedad de productos a las diferentes regiones; algunos de dichos productos proporcionarían a las clases mercantes un medio capaz de actuar como medida de valor para otros bienes. Productos como el cacao, plumas de aves exóticas, la obsidiana, sal, conchas, cerámica y el jade eran apreciados de tal manera por las élites gobernantes que su aceptación era generalizada en la mayoría de regiones participantes en la dinámica comercial.
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